Si mal no recuerdo, fue Los cuarenta y nueve escalones el libro que me dedicó en la FIL Guadalajara aquel año de 2016, cuando la Feria lo reconocía doblemente por su eminentísimo trabajo como editor de Adelphi y como escritor erudito en el marco, a su vez, del premio Formentor del mismo año. No estuvimos en la isla mallorquina, como él sí lo estuvo, en la que en otro tiempo fuera la morada de Cela y de los Papeles de Son Armadans, sino en un salón más o menos lleno de un público heterogéneo propio de una feria del libro. Durante casi cincuenta minutos (un Aleph de la eternidad) estuve embelesado, con los sentidos propios ajenos y puestos en quien era, quizá, el mayor de los editores de nuestros siglos, junto con Jaume Vallcorba, Jacobo Siruela, Jorge Herralde, Giulio Einaudi, Francisco Porrúa y Joaquín Díez Canedo Manteca. Este reconocimiento insular como es el Formentor trae a cuento muchos nombres. Antes que el de Roberto Calasso, recuerda uno el de Borges, Fuentes, Vila-Matas, Goyti...
Antiblog de Francisco Vásquez, donde se escribe de música, literatura, libros, crítica, museos, viajes y otras displicencias personales.