Si mal no recuerdo, fue Los cuarenta y nueve escalones el libro que me dedicó en la FIL Guadalajara aquel año de 2016, cuando la Feria lo reconocía doblemente por su eminentísimo trabajo como editor de Adelphi y como escritor erudito en el marco, a su vez, del premio Formentor del mismo año.
No estuvimos en la isla mallorquina, como él sí lo estuvo, en la que en otro tiempo fuera la morada de Cela y de los Papeles de Son Armadans, sino en un salón más o menos lleno de un público heterogéneo propio de una feria del libro. Durante casi cincuenta minutos (un Aleph de la eternidad) estuve embelesado, con los sentidos propios ajenos y puestos en quien era, quizá, el mayor de los editores de nuestros siglos, junto con Jaume Vallcorba, Jacobo Siruela, Jorge Herralde, Giulio Einaudi, Francisco Porrúa y Joaquín Díez Canedo Manteca.Este reconocimiento insular como es el Formentor trae a cuento muchos nombres. Antes que el de Roberto Calasso, recuerda uno el de Borges, Fuentes, Vila-Matas, Goytisolo o Piglia; así como los de después de Calasso, pasado los años, como son los de Aira, Nooteboom o Manguel (a quien también visitamos en la Fil de 2017).
La noticia aciaga es que Roberto Calasso murió.
¡Sí, también los editores mueren!
Tan poco que pueda decir y tanto por leer. De K. a L'impronta dell'editore, de Los cuarenta y nueve escalones y Las bodas de Cadmo y Harmonía a Come ordinare una biblioteca.
Coda: Fernando Vallejo cuenta que tiene su lista de muertos, la de aquellas personas importantes para él y que conoció de alguna manera: amigos, familiares, escritores, amantes. A mi lista se suma Roberto Calasso, junto con mi padre Francisco, mi hermano Ernesto, mi suegro José Orendain y José Emilio Pacheco, entre otros ilustres enlistados y enlutados.
¡Lista maldita la que consigna seres ocultos!
"Deja atrás dos bibliotecas, la que hizo con sus palabras y la que consiguió alzar con las palabras de los otros como un viejo sabio antiguo." El País.
Foto: Manguel y Calasso, 1 de diciembre de 2016.
Por Francisco Vásquez @asiriax
Querido Fran, qué afortunado tu encuentro con Calasso, el físico y el que ocurre en las palabras, las suyas y las de quienes nos acercó. La belleza de celebrar la vida de los demás es llevarlos en esa memoria del corazón de la que hablas, donde habitan a quienes ya anhelamos. Abrazo.
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