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NRMAL 2020: música de chicas grandes y la sombra de la ausencia

Foto tomada de internet.
Ayer, en la víspera de hoy 8 de marzo, transcurrió el festival NRMAL. Fuimos en camarilla Vero, Verito, Karim y yo. La cita era a partir de las 12, pero llegamos al cierre de los 45 minutos que tenía Wand y nos perdimos a Fumata, Jackie Mendoza, Belafonte Sensacional y a Mateo Kingman. La razón de llegar a esa hora fue el desánimo por la cancelación (y mal manejo de la información) de Flying Lotus. Incluso me invadió la tentación de no ir. Me sobrepuse y fuimos. Tarde.

El espacio de la Sedena, el Deportivo (¿hípico?) de Lomas Altas es una buena elección para este tipo de festivales: sin problema para llegar en auto o en Uber, sin aglomeraciones, caminata rumbo al espacio organizado en zona de comida, revisión de boletos y mochilas más que amable, refresquito de promoción de la otra marca que no es Coca-Cola y la música de Wand sonando a lo lejos, cada vez más cerca.

Exploro con la vista del espacio verde del césped, una instalación de televisores de bulbos interconectados a cámaras, colchonetas y almohadones con gente en ellas, bebés con mamás amamantándose, niños (no muchos) corriendo, jóvenes adolescentes que contrastaban con sexa, septua y hasta octogenarios deambulantes, con una mayoría de gente de mediana edad de los veinte a los cincuenta: me sentí como un neohippy, una combinación vital de "relajamiento buena onda" y decadencia postmoderna con un mix de códigos postales que no olía mal.

Foto tomada en el evento por Paco Vásquez

Vi a dos mujeres cargadas en brazos: la primera fuera de los baños móviles, desmayada, seguramente con un exceso de tóxicos en el cuerpo, ¡y aún no eran ni las seis de la tarde!; la segunda fue la frontwoman de Bea1991, que a los pocos minutos antes de finalizar su show de compus y consolas y fondos de video caseros de YouTube y Vimeo, pidió ayuda para que la cargaran y la pusieran sobre los subwoofers de enfrente, tan altos como una tarima, donde bailó y cantó con gracia y talento. Buen cierre de una presentación errática y tardía.



                                                                           Foto tomada en el evento por Paco Vásquez

Enseguida, los talentosos de Chicago, los señores de The Sea and Cake, que desde los noventa han estado trazando su música en un estilo particular de rock e indie, armónico, clásico, pero sin condescendencias sonoras obvias.

Como contraste, siguió el alemán Byetone: sólo, sorprendente, con un manejo impecable de los contrastes monocordes, con un evocador sonido del techno y clubbing, algo bailable aunque introspectivo, donde destacan los bajos que llegan al corazón.

Ya en primera fila después de seis de pastor y una cerveza de los foodtrucks instalados, llegó con la noche iluminada por la luna citadina y Bush Tetras. La banda de chicas nacidas en los cincuenta, representantes del No Wave neoyorquino con una vitalidad y entusiasmo sorprendentes y contagiosos.



Foto tomada en el evento por Vero Orendain
Como era de esperarse el mensaje fue solidario con las mujeres de México, por la marcha del día siguiente y en contra de Trump. Todo ello animó a la heterogénea audiencia y comenzó a cantar, tararear y bailar, una tras otra, las canciones de la banda legendaria, al grado que se armó un breve pero significativo baile salvaje entre quienes podían y se sentían animados por los shots, la yerba, la música y la juventud.
                                                                   
Casi para finalizar, una hora después de las mujeres de Bush Tetras, en el escenario de al lado, comenzó a sonar la versátil voz de Juana Molina y el sonido de sus músicos acompañantes. Ecléctica (qué música no lo es): folk, indie, techno, house... por momentos recuerda a la Laurie Anderson de los noventa, a las chicas mexicanas como la Venegas o la Sariñana por el timbre, aunque no por el concepto o la línea de ejecución, mucho más abierta, con pocas concesiones melódicas aunque sin ser necesaria o totalmente disonante, discordante o "noise".


                                                                            Foto tomada en el evento por Paco Vásquez
Una hora exacta, de 8 a 9 de la noche, y ¡zaz! se acabó. De manera simple la juvenil argentina de 57 años se despide de su público que ya estaba bien calibrado entre las notas post punk de Bush Tetras y las de Juan Molina. A las 9 en punto la gente del centro del espacio comienza una retirada extraña y comienza a escucharse una música "electrónica" al centro, diría que incidental, como un breve y suave impasse entre una cosa buena (las dos horas anteriores) y otra, al menos, igualmente buena con Ruiseñor, el DJ SET anunciado como sensacional.

Después de 10 o 15 minutos nos damos cuenta que esa música incidental que sonaba ¡era justamente el DJ SET de Ruiseñor!



Nota: NRMNAL no pudo recuperarse de la cancelación de Flying Lotus. No manejó bien sus comunicados: tarde y mal (a mí por ejemplo nunca me llegó el correo informando de la cancelación). Ruiseñor no se merecía ese trato. Quedó como "sustituto" del ausente de California y "no hay manera". O bien Juana Molina quedó como la "cerradora" del evento, pero su salida justo a la hora fue anticlimática, bien hubiera merecido al menos una hora más y tanto ella como el público hubieran quedado más satisfechos con la música, o menos enojados con la organización del festival. 

Paco Vásquez
@asiriax 

 

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