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Una aproximación al libro como recurso didáctico*, por Blanca Gayosso

Blanca Gayosso es editora de obras didácticas y sobre educación. Se ha encargado durante varios lustros a editar, con todas sus implicaciones, lo que conocemos en este país como libro de texto. Como consecuencia de ese trabajo que da forma y materialidad a las ideas, no siempre prístinas, de programas educativos, iniciativas de pedagogos, especialistas y escritores en materias variis, ha construido libros, series de libros, que han logrado incluso el reconocimiento de la misma industria y de un público cada vez más exigente: el de los maestros y las escuelas. Ha destacado también como consejera de la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana, Caniem (donde fuimos compañeros de mesa) y actualmente es miembro de la Asociación Mexicana de Profesionales de la Edición, A.C.

Introducción 

Fijar, registrar, mostrar, descubrir, acompañar, enseñar… esas son algunas de las atribuciones que se le confiere al libro como instrumento transmisor de conocimiento y cultura, y son también las razones por las que acompañar el aprendizaje es uno de los usos que le da vida y forma en casi todas las épocas.

Desde los primeros soportes que se emplearon para consignar las observaciones sobre el mundo natural en papiros, las ideas sobre lo que se consideraban los mundos o las vidas posibles en estelas pétreas o en tablillas de barro, siguiendo con los formatos más clásicos de la imprenta de Gutenberg para registrar los conceptos más elaborados sobre la vida en sociedad o las teorías científicas y humanistas más evolucionadas, hasta los formatos de última generación, que sin ser físicos consignan las ideas más recientes sobre descripciones y procedimientos contemporáneos, el libro, como sistema de registro y consulta, ha sido uno de los recursos instrumentales más estables en el proceso de aprendizaje mediado de las personas, a lo largo del tiempo y en diferentes latitudes.

Acercarnos al papel que ha desempeñado el libro, en particular en la actividad tan humana de aprender con la guía y el acompañamiento de otra persona, es importante para reflexionar qué lo mantiene vigente en el tiempo, cómo se ha adaptado a diversos contextos y cuáles pueden ser sus futuros.

Para ello sería oportuno considerar cómo es que esta herramienta sigue siendo opción de los docentes, mediadores por excelencia entre el objeto por conocer y el sujeto que conoce; también es pertinente revisar cuáles de sus características hacen de él un recurso tan confiable que se le incluye prácticamente en todos los niveles de instrucción y para un buen número de sistemas de enseñanza, escolarizada o no. 

Dedicar el tiempo para determinar referentes como los citados en torno a este tema es relevante para la propia cultura del libro y del quehacer editorial. Si tenemos en cuenta que la edición es una actividad fundamentalmente cultural, con un compromiso sobre las sociedades donde se desarrolle, por su carácter democrático y democratizador, al menos después de las revoluciones sociales del s. XVIII y en la época contemporánea, después de las revoluciones sociales de principios del s. XX, la reflexión sobre la naturaleza didáctica de algunos productos editoriales y su elaboración es trascendental. 

Por esta misma razón, su trascendencia social y contextual, vale la pena acercarse a lo procedimental de su factura, pues al conocerla mejor se estará en condiciones de profundizar la reflexión sobre la dimensión política de la edición, en particular tratándose de productos que inciden en el trayecto formativo de las personas.

Qué es un libro de propósito didáctico

Abordar tantos frentes de análisis del libro como recurso didáctico en una sola intervención puede limitarse a plantear, primero, qué es un libro de propósito didáctico.

Habría que decir que, por sí solo, el libro no es un recurso didáctico; cobra esa relevancia cuando es incorporado a un proceso en el que intervienen personas con roles determinados: por una parte, quienes desean aprender, y por otra, quien los acompaña en la adquisición de conocimientos, actitudes y valores. Podría decirse que el libro de propósito didáctico nace con la idea de una persona que desea registrar lo que considera relevante para compartir con los demás en el espacio y el tiempo, pero cobra sentido pedagógico real cuando la misma persona que registra, u otra que recurre a ese registro, lo incorpora a la dinámica dialógica de aprendizaje mediado.

Una de sus primeras funciones como recurso didáctico es la de ser fuente de consulta expresa sobre los temas que se están aprendiendo; es decir, el libro, ya registro, se convierte en manual, en “libro de texto” para la referencia continua durante la adquisición de conocimiento. 

Esta dimensión se nutre, en un primer nivel expositivo, de texto, de palabras, de un discurso diverso y rico que, si bien principalmente describe, enumera y refiere instrucciones de un procedimiento, también evoca y narra, e incluso prescribe y, en el mejor de los casos, cuestiona, revisa, sugiere. Todas estas formas de comunicar varían dependiendo de los temas y de lo que se desea hacer con cada uno, desde lograr la comprensión conceptual hasta adquirir un saber procedimental o actitudinal. En este sentido, cada propósito se corresponde con un género discursivo en particular, como el instructivo o la monografía, y a su vez, los recursos textuales específicos, entre otros la definición, descripción, causalidad, la narración académico-científica o la académico-histórica.

El siguiente nivel expositivo enriquece la diversidad de este discurso textual con imágenes que van más allá de la función ilustrativa. Su función también es demostrativa y no está exenta de transmitir valores y actitudes por la forma en que recupera escenas de lo social, más todavía, por la forma en que representa lo posible y lo deseable en términos de equidad, justicia, inclusión.

Ya sea bidimensionales en una tinta o varias, o bien tridimensionales y animadas, de las que pueden visualizarse por medio de dispositivos digitales que interactúan con el libro como objeto, el discurso visual complementa al textual, potencia la fuerza de la palabra y la viste de formas más asequibles y atractivas para cumplir el cometido de aprender.

Ambos discursos, textual y visual, constituyen un sistema de información auxiliar en el proceso mediado del aprendizaje. Para que ocurra, es deseable que el desarrollo de la exposición sea gradual, implicando funciones deductivas e inductivas para que la construcción de conocimiento de las personas dialógica y sólida. Sin embargo, en el sentido pedagógico, la mera exposición, así sea enriquecida, no conduce a la adquisición de un conocimiento más integral.

Hasta este punto, el contenido del libro sería solamente disciplinar, científico o humanístico; es decir, especializado en el área de conocimiento específico por abordar. En tal caso, el énfasis estaría puesto en informar, de manera expositiva, cada tema particular, con un grado de profundidad adecuado al nivel educativo, edad y expectativa de aprendizaje correspondiente. Ello requeriría de un experto en la disciplina considerada, quien no siempre lo sabe todo ni cuenta con una especialidad en didáctica para acercarse mejor a quienes desean o necesitan aprender lo que sabe.

En un sentido pedagógico amplio, el propósito didáctico del libro como recurso involucra también la adquisición de saberes procedimentales y actitudinales, ya decíamos, para lo cual no basta con la exposición textual y visual de temas de estudio. Hace falta, además, imbricar en el desarrollo de los temas expuestos un discurso didáctico que expresamente plantee actividades de reflexión o procedimentales, o ambas; un discurso que guíe en la recreación de modelos de la realidad para observar con detenimiento factores de causalidad y consecuencias; un planteamiento didáctico que establezca una lista, o más bien, una retícula o mapa de contenidos que oriente a las y los estudiantes en su propio camino de construcción de conocimientos, y a las y los docentes, en el acompañamiento de sus compañeros de aprendizaje.

Este discurso didáctico es el que da estructura a los contenidos del libro como formato de apoyo, pues establece los fundamentos sobre los objetos y los objetivos del proceso de aprendizaje (qué y para qué), sobre la metodología de aprendizaje (cómo se guiará hacia el objeto) y sobre los recursos para lograrlo (qué tipo de actividades y cada cuánto; de exploración de conocimientos previos, de práctica o de evaluación; qué tipo de evaluación para cada momento de aprendizaje).

El discurso didáctico, es decir, el planteamiento de una retícula gradual de abordaje de los contenidos requiere, no sólo de un especialista en la disciplina, sino de un experto en pedagogía que “traduzca” los contenidos en términos de enseñanza, determine objetivos, alcances, los gradúe y secuencie. Para ello considera factores imprescindibles, entre ellos: un currículo determinado por una entidad pública o privada; la caracterización de los estudiantes a quienes servirán de consulta y guía; y la caracterización de los docentes, considerando sus circunstancias y necesidades, pues son los primeros usuarios de las obras didácticas.


Cómo se hace un libro didáctico

La elaboración de libros, en el sentido editorial, es una tarea colectiva de suyo, por cuanto implica varios subprocesos específicos que involucran a tantos profesionales con perfiles y habilidades particulares, especializados pero convergentes en la producción de un mismo objeto. 

En el caso del libro didáctico ocurre así no sólo para el desarrollo editorial, sino desde la elaboración y desarrollo de contenidos. Como revisamos, por su propia naturaleza y los diferentes tipos de discurso implicados en la exposición disciplinar y en el diseño didáctico de sus contenidos, es difícil pensar que un solo autor lograra una construcción tan detallada y de tantos factores. Aunque no es imposible, dado que hay especialistas que se han desempeñado como docentes, y docentes con un alto grado de dominio de un área de conocimiento determinada, la convergencia de especialistas en uno y otro ramo aseguran que la contribución del original terminado cubra tantas aristas como posibilidades hay en el proceso de aprendizaje mediado.

Por otra parte, los tiempos de producción de contenidos y de producción editorial son, en no pocas ocasiones, limitados y establecidos por las entidades públicas o particulares que proporcionan el currículo de referencia.

Los periodos en los que se requieren nuevos materiales suelen ser establecidos en función de actualizaciones curriculares o de ciclos escolares, con el propósito de contar con la información más actualizada y de prever, en algunos casos, periodos de implementación curricular acompañada para los docentes.

Por estas razones, la producción editorial se constriñe a fechas que deben cumplirse, de manera que una estrategia es desarrollar los contenidos de manera simultánea con un equipo de autores disciplinares y pedagogos, y acometer la producción editorial de la misma manera.

Dadas estas condiciones para la producción editorial de un libro didáctico, editoras como María del Carmen Márquez, mexicana, y Patricia Piccolini, argentina, quienes además han desarrollado libros de consulta para profesionales sobre este tema específico de edición, denominan a los libros didácticos como “libros de proyecto editorial”. Este concepto refiere a aquellos productos editoriales que son diseñados desde la casa editora con un concepto determinado, definido por currículos establecidos, características de los usuarios, tiempo de uso escolarizado, no escolarizado o mixto, y tiempos de producción y autores especialistas disponibles, quienes aportarán sus conocimientos y habilidades bajo la dirección de un editor responsable.

Ambas autoras, además, aportan en sus obras respectivas la revisión del proceso de producción de un proyecto editorial de propósito didáctico, considerando la descripción del diseño, su planificación y los subprocesos implicados hasta la obtención del producto, así como sugerencias sobre gestión de recursos humanos para que un proyecto de esta naturaleza llegue a buen puerto. Ambas ofrecen, además, diagramas y formatos prácticos de conceptualización y seguimiento del proceso.

El editor responsable de una obra de proyecto editorial dirige la producción de los contenidos y coordina, además, su producción en términos editoriales. Es quien define y orienta dos equipos, de manera simultánea: el de autores, que a veces incluye también redactores para secciones específicas, y el de correctores, diseñadores, iconógrafos y revisores técnicos pedagógicos.

Este aspecto, la revisión técnico pedagógica de una obra didáctica, es un elemento que cobra relevancia en la edición de esta naturaleza. Su trascendencia es diferente para cada tipo de producto editorial, pues representa una especie de verificación de la actualidad científica o humanística y de la pertinencia didáctica, refuerza la calidad de los contenidos desarrollados por el equipo autoral y de redacción. Esta lectura crítica es particularmente útil en los casos de obras referidas a un currículo oficial o de prescripción que serían sujetas a evaluación, pues el perfil del revisor presupone conocimientos suficientes para cotejar con criterios objetivos la alineación de la obra a una plantilla curricular, así como habilidades pedagógicas para sugerir los ajustes pertinentes que fortalezcan la estructura de la misma, considerando el uso y el cumplimiento de tales referentes curriculares.

Si bien las estrategias se adecuan para cada proyecto y cada contexto, es fundamental contar con una metodología de trabajo editorial, un marco de aproximación que permita definir e identificar los factores con los cuales se va a trabajar. Esta metodología consideraría, primero, reflexionar en el original que se va a editar: ¿cómo surgió esta obra?, ¿qué tipo de obra didáctica es: libro de texto, cuaderno de ejercicios, obra de consulta escolar?, ¿es un libro autocontenido o seriado?, ¿pertenece a un sistema de enseñanza con componentes físicos o digitales?, ¿cuántas horas de uso a la semana prevén sus contenidos?, ¿hace posible el trabajo en casa, además del escolar?, ¿cómo se espera que se use: de manera presencial o a distancia, con guía o de manera autónoma?

Saber todo lo que se pueda de la obra o serie que se va a realizar permite delimitar la profundidad y los objetivos de los contenidos, y a partir de ello, cuál podría ser su configuración: estructura, extensión, recursos adicionales. Más todavía: saber todo lo que se pueda del contexto y de las personas para quienes se diseñará y producirá una obra didáctica puede ser, y de hecho es, la mejor manera de aproximarse a su proceso de desarrollo editorial.

Cuanto más se perfilen las características particulares, mayor será la precisión del diseño del producto y tendrá más posibilidades de realizar su cometido, que es el de acompañar y ser un auxiliar útil en el proceso mediado de aprendizaje. Por supuesto, en tanto que procesos humanos, edición y educación no dejan de ser culturales y políticos, razones por las que esta reflexión permea también el proceso completo de elaboración de libros de propósito didáctico, en particular el que refiere al planteamiento de los contenidos textuales y gráficos.

Por qué importa

Conocer y analizar este tipo de libros es importante por cuanto ellos y los editores dedicados a ellos, en el contexto educativo, contribuyen a crear y recrear sociedades cada vez más equitativas, que es uno de los principios que persigue la educación en el siglo XXI, con y a pesar de las circunstancias.

Quizás el momento presente, una crisis sanitaria de escala global por una pandemia, no sea el óptimo para hacer una reflexión y plantear nuevas posibilidades para el libro como recurso didáctico. Sin embargo, el presente siempre es el mejor momento para revisar el contexto, plantear los futuros posibles y trazar las rutas hacia los horizontes que nos parezcan más adecuados y justos, entre ellos el de la educación y el aprendizaje, para que el libro todavía fije, registre, muestre, descubra, pero que especialmente continúe acompañando el aprendizaje, que siga siendo uno de los usos que lo mantengan vivo.

Referencias

  • Lizarde Flores, Eugenio (2020). "Rediseño de libros de texto: crisis y oportunidad", en "Distancia por tiempos", blog de la revista Nexos; 27 de julio de 2020, disponible en: https://educacion.nexos.com.mx/?p=2369 

  • Marín, Marta (2015). Escribir textos científicos y académicos; Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica (Educación y Pedagogía).

  • Márquez González, Ma. del Carmen (coord.) (2015). De las ideas al libro; 2a edición; México: UNAM, 280 pp.

  • Piccolini, Patricia (2019). De la idea al libro. Un manual para la gestión de proyectos editoriales; México: Fondo de Cultura Económica; col. Libros sobre libros, 354 pp.

  • Sánchez Mora, Ana María (2019). Manual de redacción de textos técnico-científicos; 1ª edición; Ciudad de México: Universidad Nacional Autónoma de México, Dirección General de Divulgación de la Ciencia, 368 pp.

*Este texto se presentó originalmente como Podcast en la iniciativa Cultura editorial en México. Historias sonoras (CEM-HS), el 18 de septiembre de 2020. Agradecemos el permiso expreso de la autora para publicar el texto en este medio.

Francisco Vásquez @asiriax  edición; De las imágenes: "Eclosión", "Líneas distorsionadas", "Conjuntos" de La Emperatrix, trazo digital, 2020. @emperatrix07  

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